sábado, 4 de octubre de 2008

Esa fue mi vida. Fue una buena vida.


Una de las pocas cosas que he aprendido en mi vida
es que la felicidad es un camino y no un objetivo.
Cuando caminas, sola, siempre sola, por la ribera
de playa que es tu vida vas encontrando pequeños
instantes de felicidad como quien encuentra una
concha tirada en la arena, un pedazo de vidrio roto
laboriosamente pulido por el mar en un destello de
suave belleza, el breve instante del vuelo de un
pájaro cuya mirada cruza la tuya. Recoges cada concha,
cada piedra, cada instante, puros, bellos, y los
ensortijas para hacerte un collar. Las cuentas de
ese collar son tu vida.

Enarbolando ese collar sobre tus pechos de mujer
que sabe dar amor pones pie ante pie y caminas,
descalza, sintiendo la arena acariciarlos,
el ciclo de las mareas besarlos y las tempestades
desafiantes azotarlos. Y en todo encuentras la
belleza y la paz.

Y cuando llega la noche, como siempre llega, a tu
ribera, tomas tu largo collar en tus manos y mediante
el sutil conjuro de tus dedos, de tus manos, llamas al
recuerdo cada una de las cuentas de tu vida y dices;
"Esa fue mi vida. Fue una buena vida".


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