viernes, 25 de noviembre de 2011

Tiwanaku



Diáfano sendero de astral inmensidad,
El Sol cada día te navega, etérea
Geometría, surcando negra eternidad.

Esfera de alas de oro, la purpúrea
Obsidiana, en tu baile anual cruzas,
Secreta puerta de exactitud aérea.

Piedra lineal, hija del hombre, amenazas
La luz turquesa del nuevo desvanecer.
Arenisca del tiempo, dualidad, te alzas.

Señor de los Báculos, debes guarnecer
Siete piedras, siete huecos, pétrea planicie
De fértiles polvos de oro al amanecer.

Una cabeza de Puma que te acaricie,
Caminado bajo la Puerta de la Luna.
Luz de lapizlázuli brilla en tu calvicie.

Cruz del Sur, gotean tus lágrimas de fortuna
A la seca tierra. Bronce en la dura roca,
Pero los peces huyen al punto de hambruna.

Lágrimas, secas lágrimas, salen de tu boca,
pez roca, roca pez, estela, gran monolito.

El tiempo, siempre el rompecabezas, trastoca,
Pregunta abierta, sendero circunscrito.

Violencia de Género


Tiene que parecer un accidente – pensó Pedro – un accidente perfectamente accidental – mientras veía en su mente los duros ojos de María. Los últimos años habían sido malos. Sólo peleas entre ellos. Malos trabajos con muchas horas y poco para llevar a casa. Llegaba tarde. Muy cansado. Pero no alcanzaba. No alcanzaba a jugar con sus hijos, ni a educarlos, ni siquiera a alimentarlos bien. Eres un fracasado – le había espetado María una de esas tantas noches de recriminaciones. Sin saberlo, ella le había dado la idea – ¿Para qué seguir pagando ese seguro de vida? No fracasaré – pensó mientras aceleraba fuertemente.

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