jueves, 16 de octubre de 2008

Sueño


Abrid las diáfanas alas de vuestra imaginación... Extended
su delicado celofán de musa, imaginaria, en el claro éter
como delgados hilos de araña cubiertos de cristales de rocío
ansiosos de capturar los inocentes deseos de nuestras mentes.
De tu mente. De mi mente. Confundidas en las aguas profundas
de tu mirada en mi mirada. Atadas. Nuestras mentes atadas.
Atadas por las algas marinas del deber en la profundidad
oscura de nuestra conciencia mientras vemos con toda
claridad, lejos, arriba, sobre el vientre de las olas de
nuestra soledad el sol mágico de nuestra imaginación,
brillante y libre soñando sueños por tí soñados sin
límites ni realidad...

Soñad los sueños que he soñado... Soñad el lento baile de la
serpiente, sobre tu piel. El lujurioso mover de tu carne,
sola, en la inmensa blancura de tus sábanas. La oscura
soledad de tu habitación rodeándote, sola, en el delicado
centro de ti misma mientras te abres al infinito de tus ojos
cerrados. La inquietante danza de tu mano por la orografía
exaltada de tus pechos. El ritmo embriagador de tu pelvis
bailando esa inconfesable magia húmeda. La pequeña muerte
infinitesimal que, por frágiles momentos mágicos, te alivia
del agobiante peso humano de tu solitaria vida con un grito
callado. Soñad mis ojos lúcidos mirando, viendo, saboreando,
tu muerte instantánea en el centro de la inmensidad blanca
de tus sábanas, mojadas por la marea de tu placer.

Oled la resaca de la marea cuando la ola reventó... La ola
cuando cubre tu cuerpo con un manto de besos. La libertad
juguetona del delfín mientras penetra la ola. El escalofrío
metálico de los peces huyendo su propria muerte fugaz, una
y otra vez, hasta saciar la infinita hambre de vida del
delfín. La tenaz resistencia de la almeja, blanca perla, en
las infinitas sábanas de arenas. La playa cubierta de
cosquillas de cangrejos temerosos de la ola bajo el sol
azul de la libertad. La paz de la arena mientras bebe el
agua de la ola para destilarla y quedarse con la sal de su
vida. Vida onírica y caliente del trópico. Vida de tu cuerpo
sobre la arena blanca de tus sábanas bajo el sol implacable
de mi mirada. La sal de tus muslos. Las cosquillas de tu
mano de cangrejo en la infinidad blanca de tu cuerpo
conjurando la ola. La resaca de sal de tu vida, de mi vida,
secándose al sol de mis ojos. Oled el licor de vida de tu
sudor y de mi sudor, en el cual destilamos la sal pura de
nuestros sueños, soñados y vividos en la diáfana libertad
de la luz de un amanecer, imaginario, antes de beberlo
para saciar esa sed que no tiene principio ni fin.

Bebed mi sudor salado de mar... De tantos mares... Unos
fríos como la desesperanza de los sueños imposibles. Otros
tibios como el abrazo de una mujer desnuda, tú, al amanecer
de un día soleado. Mi sudor con gusto a lucha, a angustias,
a victorias, a pesambres, a derrotas, a sal y a vida. Con
el yodo de mis sueños increíblemente soñados en tí. Ese
sudor que te cubre y te penetra por cada poro de tu piel;
bébelo. Hazlo tuyo. Asume su cansancio y su dolor.
Embriágate con tu lengua al acecho del último cristal de
sudor en los recovecos de mi piel. Mézclalo con el rocío de
tu cuerpo de arena blanca cubierta por tu ola solitaria.
Bebed este vino con gusto a vida, a mar de mi pequeña muerte
destilada, ahogada en las profundidades rojas del vino de
tus deseos...


Sentid el vino entrar en tu boca por tus labios ansiosos...
Bajar tumultuosamente por el esófago. Penetrar
implacablemente tu vientre diáfano en un sueño que he soñado.
Abrirte hasta limpiar cada partícula de soledad, por un
minúsculo instante. Lavarte la piel del cansancio. Limpiarte
la mente de la realidad. Domarte como animal salvaje. Tomarte
como un regalo preciado, para sentir el chocolate fundido del
deseo, de tu deseo, cubrir tu boca y bajar, lentamente,
paulatinamente, por tu garganta, por entre la suavidad de tus
senos hasta llegar a inundar tu vientre en donde mi lengua
beberá con suavidad felina tu salado deseo de chocolate negro,
bitter, derramado lujuriosamente por todo tu cuerpo, atado,
inmóvil, mientras detrás de la oscuridad de tus ojos cerrados,
tras una venda negra, imaginas el vuelo lento de mi lengua
voraz, hambrienta, dominante, al ritmo tímido de mis manos de
cangrejo atrevido. Ese vino portentoso, de cuerpo,
aterciopelado, con dejos a frutas rojas, cuero y chocolate
negro te cubrirá, te ahogará, te embriagará hasta que bailes
las incantaciones de la magia húmeda de las hijas de Lilith.

Escuchad como nuestras respiraciones, rápidas, invocan la
magia del mar... Oid el aleteo incierto de mi respiración en
tu cuello, allí donde nace la oreja. Sentid la breve
inspiración antes de tragarse el chocolate de tu piel,
prisionera. Oled mi respiración marina de delfín varado en
la infinita playa blanca de tu cuerpo. Soñad el sueño que he
soñado de la sirena en esta playa de mi vida. Imaginad, antes
de sentirlo, la rápida huida del cangrejo solitario ante la
ola que se muere. Añorad la entrega libre de la esclava
mientras baila el baile infinito de su vida. Gozad el baile
rítmico de la cangreja mirando el ir y venir del mar bajo el
sol, duro, de mi mirada.

Gozad el lento baile de mis dedos por tu piel mientras
escriben poemas que no habrán nunca de ser cantados... Mis
dedos largos, recorriendo tu piel, tus orejas, tus pies,
masajeando tus pies, despojándolos del cansancio de caminar
prisioneros de los zapatos del deber. Mis dedos grandes
mientras hacen suya toda la geografía de tu cuerpo. Mientras
delimitan sus dominios, explorando dulces montañas, valles
tersos, blancas playas y mares salados. Con mis dedos,
soñando, escribiré nuestra historia imaginaria en delicados
versos de alas diáfanas de mariposas pensadas, en la ansiosa
piel de tu espalda, desde donde el cuello nace a la luz
hasta donde tu columna muere en la oscura humedad de tu
cuerpo de mujer soñadora. En tu piel quedará escrita toda
nuestra historia soñada para que la recuerdes a pesar de las
inabarcables playas del olvido.

Recordad el infinito dolor, soñado en un sueño que yo soñé,
del amor en tu piel cada vez que huelas el vino, que pruebes
la sal, que sientas el mar y que bebas tu sudor imaginario,
sola, en el centro de la blanca playa de tus sábanas bajo mi
mirada inquisidora detrás de las diáfanas alas de vuestra
imaginación...

sábado, 4 de octubre de 2008

Esa fue mi vida. Fue una buena vida.


Una de las pocas cosas que he aprendido en mi vida
es que la felicidad es un camino y no un objetivo.
Cuando caminas, sola, siempre sola, por la ribera
de playa que es tu vida vas encontrando pequeños
instantes de felicidad como quien encuentra una
concha tirada en la arena, un pedazo de vidrio roto
laboriosamente pulido por el mar en un destello de
suave belleza, el breve instante del vuelo de un
pájaro cuya mirada cruza la tuya. Recoges cada concha,
cada piedra, cada instante, puros, bellos, y los
ensortijas para hacerte un collar. Las cuentas de
ese collar son tu vida.

Enarbolando ese collar sobre tus pechos de mujer
que sabe dar amor pones pie ante pie y caminas,
descalza, sintiendo la arena acariciarlos,
el ciclo de las mareas besarlos y las tempestades
desafiantes azotarlos. Y en todo encuentras la
belleza y la paz.

Y cuando llega la noche, como siempre llega, a tu
ribera, tomas tu largo collar en tus manos y mediante
el sutil conjuro de tus dedos, de tus manos, llamas al
recuerdo cada una de las cuentas de tu vida y dices;
"Esa fue mi vida. Fue una buena vida".


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